viernes, 12 de noviembre de 2010

AL COMPAS DE LA MÚSICA - RELATO

Al compás de una melodía, me enamoré, me enamoré como un tonto.
Sí, en cada melodía comencé a soñar. Cuando escuché al pianista. ¡Como podía tocar tan bien! Si parecía un ángel caído del cielo.
Acariciando por la brisa del mar. Comencé a escuchar una melodía tras otra. Me llegué a acariciar. Entrando en un estado incierto.
Quería pedir la luna, notaba tocar el cielo, así, me erizaba, tocando su piel.
Cada mañana, le escuchaba y me duchaba en él. El agua caía por mi piel llegando a excitarme. Me tranquilizaba ¡qué extraña excitación!, era como un susurro; la espuma blanquecina por mi torso! Yo, me contoneaba mientras me tocaba y el pianista me ponía a cien. No me daba cuenta de que se me pasaban las horas con la misma melodía; toda mi vida era él.
Como sería su mirada, su bonita boca. El tocaba fondo. Sé que yo también.
Le adoraba, el era mi mito, sé que yo podía estar loco, iba deslumbrado no sabía qué hacer.
Era un funcionario, me gustaba mi trabajo. Mis padres preguntaban: “¿Qué te pasa hijo?, ¿Tienes mal de amores?, ¿Es una mujer?”
Le oculte a la vida, mentí a todo el mundo,… era un castigo por no ser mujer.
Me imaginé y pensé su piano de cola, que bonitas teclas. ¡Como sería el tacto de tan aterciopelada piel.

Porque soy distinto, quiero ser mujer. Me siento tan raro, mis sentimientos son femeninos .Deseo a ese hombre, me atrae su música. Veo las estrellas, creo enloquecer. Hay un horizonte que me rompe en el.
Hasta que sea mi compañía.
Versionaba melodías que a mí me hacían soñar. Distinta lo sé. Pero, a mí me gustaban, me gusta todo lo relacionado con él.
Dicen que el sentimiento más importante nos entra por el oído, a mí me sucedió.
Inquietudes sin respuestas, notas acariciadoras. El era mi isla exaltada. Se encaminaba mi vida; ya todo tenía sentido. Su música era preciosa.
Como será su mirada, su tacto y el sabor de su boca.

Por fin una noche fui al local. Poca gente había, la música era inaudible. Era un hombre joven, con el pelo negro. Llevaba un traje de hilo y calzaba zapato fino de charol. Guapo. Llevaba una pluma en el bolsillo de su americana, una Montblanc con sus iniciales grabadas en oro. Qué chulo. Pensé: para mis adentros.

Con bastante valentía le confesé mi amor.
Pero él me respondió escéptico.
Llegué a casa. Olía a fritura. Mi madre se lavaba las manos en la vieja pila.
Habló conmigo, una gran mujer. Me cogió las manos. Mirándome me dijo así: yo ya lo sabía desde el primer día, siempre te apoyé, pero con tus miedos te aislaste de mí. Me sentí algo más seguro. Mi madre me infundió algo de valor.
Al día siguiente regresé al local allí estaba mi adorado.
Le observe intensamente hasta que cesó de mirar las teclas, que brillaban intensamente y no se si me miró a mí. Se levantó y se fue a la barra a tomar una copa. Persistí hasta obtener una respuesta. El cantó todo su repertorio.

Todo era bonito y verosímil. Faltaba mi padre, cómo se lo contaría. Un hombre tan afable, tan respetuoso. Pensé que “si se me moría”. Él que todo lo acallaba, con silencio y con bondad El amor adulterado .Se dice fácil…
Pasaron los días y cada vez nos amábamos con más intensidad…, Daniel tocaba para mí. Yo, acaricié su piel suave que, parecía hecho de pétalos de rosas, esmaltado en alabastro.

Al compás de mil suspiros, baladas de siete amores. Mi padre creo que se presentó en el local: respondió, como lo hace un señor un padre y caballero.
Le miró de frente, alzó el cuerpo y le dijo: me llamo Ramiro Alfán, y serás, bien recibido en mi familia.
Me sentí entre la música, plena, acorde y feliz.
Dormía…
Daniel me dijo:
Yo, soy un sueño.
Soy un imposible.
Yo no puedo amarte.
Soy un surrealismo.

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